domingo, octubre 02, 2016

Ser (o no ser?)

Una vez alguien me dijo que no podía ser feliz y yo me lo creí. Naif, incrédula como si fuera un dogma ni me planteé que fuera de otra manera. Encajaba con como había sido el resto de mi vida así que lo lo creí sin cuestionármelo.

Una vez una amiga me dijo que no podría ser nunca feliz y yo lo seguí creyendo. Que no importaba de donde viviese, a que dedicase mi tiempo libre o a qué me dedicase porque yo soy una persona depresiva y no podría dejar de pensar así.

Una vez una amiga me dijo que no podría ser nunca feliz y a creo. Mientras yo crea en esa información me condenaré a ser lo que ella cree que soy. A ser la proyección de mi misma a través de otros ojos, incapaz de huir hacia ser la mejor versión, no, yo misma. Con miserias y con alegrías.

Una vez alguien me dijo lo que podía o no podía ser, pero ¿Quién es ella para ver dentro de mi mejor que yo misma? ¿Quién es ella para juzgar lo que puedo o no puedo ser?

miércoles, abril 13, 2016

La Presyler y la Pedroche: un post feminista

Cuándo pensáis en Isabel Preysler, ¿qué os viene a la cabeza? Seguro piensas en esa mujer, siempre perfecta, siempre impecable...con un montón de Ferrero Rocher al lado para sus invitados (ella no se comerá ninguno, claro) Yo veo una mujer florero. Isabel Preysler actualmente no tiene oficio conocido y según wikipedia es una "socialite". Bueno, hay algo que parece haber hecho muy bien, y perdonad la sordidez con la que lo voy a decir, ha salido bajarse las bragas ante la persona adecuada. ¿Quién era Isabel Preysler antes de casarse con Julio Iglesias? Una niña de bien de una familia acomodada de Filipinas que no llegó a terminar sus estudios. ¿A qué ha dedicado su  vida, además de anunciar baldosines y bombones? A vivir del cuento. A posar para las fotos, a las fiestas del embajador. Ha vivido por y para la persona con la que estaba, sirviendo de mujer florero, de poco más que una estatura viviente. y la verdad ¡le ha ido bien! Un cantante, un marqués, un ministro y ahora un premio Nobel... Lo que es más, en las revista de prensa amarilla - enfocadas mayoritariamente a un público femenino- se empeñan en vendernos que es un ejemplo a seguir. Tenemos que estar hiper delgadas, siempre divinas y encontrar un buen marido y que nos luzca en eventos sociales. ¡Qué horror! Ser un mero objeto, un florero. Es la antítesis de ser feminista. ¿Por qué elige Isabel Preysler ser observada y criticada al extremo por su aspecto físico? ¿es que no tiene nada más que ofrecer? ¿por qué decide - dejando de lado lo obvio- vivir a coste de otro en vez de por sus propios méritos? Es un ejemplo NO a seguir sino a evitar. Antes de vivir una vida con el dinero de mi marido (o ex-marido, o ex-maridos...) me gustaría ser yo la que tiene la fortuna y la que disponga de ella como quiera.

Ahora tenemos a Cristina Pedroche que se auto-proclama feminista, sin:
 1) tener ni idea de que es ser realmente feminista
2) serlo realmente y aprovechando que sólo la palabra feminismo ya le va a asegurar otros cuantos seguidores/defensores.
Cristina Pedroche no es feminista. Si lo fuese, sabría o sería consciente de que frases como "conduzco como un chico", o "paso del sexismo", entre otras perlas. Sus actos y palabras le hacen un flaco favor al feminismo... pero le aseguran otros 15 minutos de fama.
Cristina es la Preysler del S. XXI. Es una chica inocentona que se coló en la tela. Una cara bonita a la que acompañaba el cuerpo y con sentido del humor. Sin embargo, poco queda ya de esa Cristina Pedroche de "Sé lo que hicisteis". Aunque queda claro que entonces ya explotaba su cuerpo, ahora lo hace hasta la saciedad, sólo fijaos lo excesivamente arreglada (maquillada, peinada,...) que siempre se la ve en "Zapeando" todos los días. Terminó de quedarme claro después de las repetidas polémicas  que se formaron tras los famosos vestidos de las campanadas.
Estamos ante otro caso de mujer objeto. No importa que sea o no inteligente, que realmente sea gracioso o tenga sentido del humor, lo que realmente importa es que enseñe y cuanto más mejor. Cristina Pedroche puede hacer con su cuerpo lo que quiera, por supuesto, puede pensar lo que quiera sobre el estilo de conducción de chicas y chicos (Aunque está demostrado que las mujeres somos más precavidas al volante), pero Cristina Pedroche no puede declararse feminista. Y no sólo por sus declaraciones sino por lo que difunde entre su número de seguidores en las redes sociales (1.556.528 en Facebook, 2.1M en Twitter y 1M en Instagram) unos estándares de físico (no por salud), y de que hay que buscar una pareja para estar completa (no dijo literalmente esto, pero sí que dijo esto). No es más que una versión actual de mujer florero como ha sido y es Isabel Preysler. "La Preyler" y "La Pedroche" no son más que objetos, que por desgracia son admiradas y copiadas y que no hacen más que fomentar ciertos estereotipos que anulan a la mujer, la convierten en un objeto al que sólo se valora por lo bonito que es.

Os recomiendo un par de lecturas al respecto de la famosa tutear @Barbijaputa

Carta abierta a Cristina Pedroche

Transparencias, Pedroche y hiyabs

martes, febrero 23, 2016

No soy David Bowie

Por si no lo habíais notado...seguro que teníais vuestras dudas...
Y nunca lo seré.

Esta es la parte realmente difícil, admitir que nunca me convertiré en un mito de la música, persona de referencia, transgresor, artista único... Nunca seré más que Maggie (in the sky with diamonds).
Y es que parece que actualmente lo que premia es convertirnos en alguien, en un Bowie, de una forma o de otra tenemos que destacar sobre el resto, ser más. No basta con ser persona normales con preocupaciones normales, vidas aburridas y monótonas. Te venden que si eres así eres un ser aburrido y tu existencia no vale para nada.

Las redes sociales, los medios de dominación (¡ups! ¡perdón! ¡quería decir de comunicación!) no hacen más que vendernos la nueva y más efectiva forma de convertirnos en alguien de renombre, en la última y más efectiva manera de triunfar. Tienes que ser bloguera de éxito, Instagramer con miles de followers, youtuber, mantener una buena relación con tus amigos (y presumir de ella), ser un as en un trabajo, cuidar tu cuerpo, cocinar por gusto deliciosos platos o enseñarle al mundo que tu pasión es tu trabajo dedicando tus horas libres a seguir intentando destacar por todos los medios. Sinceramente, es a-go-ta-dor.

Escribo desde hace tanto que ni me acuerdo. Me acuerdo de que una vez le pedí a mi madre un papel en el que había envuelto un libro que estaba leyendo para escribir una historia que se me había ocurrido. Pero estoy haciéndome poco a poco a la idea de que nunca me convertiré en una escritora de éxito. Seamos realistas, tengo 30 años y aún estoy logrando labrarme un futuro profesional, hago horas extras, y.. oh que gran pecadora soy....¡también me gusta tener tiempo libre! Tiempo de sentarme con un té en el sofá y disfrutar de la compañía del pequeño Johnny (mi gato). ¡Qué loca! ¡No utilizo mi tiempo libre para crear conexiones útiles en internet! ¡O para escribir 20 páginas diarias...!

No, ya me he dado cuenta de que no importa como me motive, no lo haré. No puede convertirse en un obligación. No puedes obligarte a hacer lo que te gusta como si fuese una obligación o no lograrás hacerlo. Estoy segura de que a vosotros os ha pasado lo mismo: el momento en el que tienes que dedicar por obligación tu tiempo a algo que te gusta, ese algo deja de ser divertido o interesante.

Por supuesto que si me preguntasen si me gustaría escribir profesionalmente, ser famosa, y vivir de ello diría que sí, y casi todo el mundo lo afirmaría; pero, ¿estamos seguros de que es eso lo que queremos?

Otra anécdota, desde hace un tiempo sufro de un tipo de dermatitis (¡otro tema que daría para unos cuantos posts!) y la piel de mi cara reacciona al beber alcohol. Determinadas zonas de mi cara pasan a tener un color rojo intenso con determinadas bebidas y marcas, y desafortunadamente esto me pasa con la cerveza M.  Estaba tomando una caña antes de entrar al cine y ya acostumbrada al cosquilleo en la piel entré en el cine con esa sensación de quemazón. Al instante noté como la gente en la cola mi miraba, y luego la gente que esperaba para entrar en la sala. TODO el mundo miraba mi cara. Entré en el baño para comprobar como estaba (bastante roja), y me costó salir de allí porque sabía que tendría que hacer frente a todas esas personas mirándome, sin apartar los ojos de mi enrojecida cara.

Ahora, ¿os imagináis eso de forma continua? Si eres famoso, vayas donde vayas las miradas de la gente te seguirán, serás juzgado o juzgada por absolutamente todo lo que hagas. Y si eres mujer especialmente por tu aspecto, independientemente de que te dediques a eso o no. Pues NO, igual que no me gusto tener que aguantar las miradas de todos esos curiosos en el cine (ya os lo he dicho, no soy Bowie, no soy una heroína, lo pasé mal enfrentándome a todas esas miradas) no me gustaría tener  ese tipo de vida. Prefiero ser anónima, una pequeña hormiguita, desconocida y poderosa en mi capacidad de pasar desapercibida.

No soy Bowie, y nunca lo seré...¡menos mal!