Mostrando entradas con la etiqueta bar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta bar. Mostrar todas las entradas

miércoles, octubre 11, 2006

ESE DÍA ES HOY 1. Mi pseudo príncipe azul

ESE DÍA ES HOY 

  Imagina que un día decides cambiar tu vida, pero tu vida no la puedes cambiar… no puedes cambiar tu familia, tus estudios, tus amigos, o quizás ni siquiera puedas cambiar el sitio donde vives, pero cambias. Vas a cambiar tu forma de ver las cosas, y va a ser hoy. 

1.Mi pseudo príncipe azul. 
- Soy tan feliz con Marcos –dijo José - ¿podrías alegrarte un poco por mi,¿no? 
- No, si yo me alegro por ti, pero como no estoy alegre no puedo sonreír, pero yo, de verdad, me alegro de verte tan bien, fuera de tu armario y todo eso. 
Por fin nos traen un par de cervezas. 
- Ya tocaba -dice él haciendo un gesto gay fingido. 
- Has tenido mucho valor –le dije seria. 
- No tuve valor, le eché un par de cojones y ya está. 
- Pero yo no sería capaz. 
- Como se ve que no eres capaz de hacer nada respecto a Fran.
- ¿Cómo voy a hacer nada? Te recuerdo que tiene novia –dije deprimida. 
- ¿Y qué? Pero entre vosotros se palpa que hay algo muy especial. 
- Pero sigue teniendo novia… -dije aún más deprimida. 
- Quizás si te arriesgaras un poco… mira Marcos me contó un día que un amigo suyo tiene una teoría y es que todas las personas que se cruzan contigo entran en tu vida. 
- ¿Qué? –no me enteraba de nada. 
- Sí, y es una teoría muy cierta. Mira, por ejemplo, el camarero que nos ha traído las cervezas. Él nos ha traído las cervezas, se ha cruzado hoy en tu vida ¿por qué no molestarse en intentar conocerlo un poco mejor más… es mono ¿no? 
- Bueno… Casi porque nos hubiera oído, quizás si, el camarero que se encontraba detrás de la barra se quedó mirándonos. 
- Espera que lo llamo –dijo José. 
- ¡No, espera! 
En ese momento cabían dos opciones: 1, que yo detuviera a mi amigo y evitara que le dijera cualquier cosa, o 2, que dejara que mi amigo me dejase en poco en ridículo, pero al mismo tiempo, dejare que pasase algo. Si hubiera optado por la opción 1 José habría desistido en llamarlo, y me hubiera dicho que era sólo una broma. Ese mismo camarero nos habría traído la tapa correspondiente a la cerveza, y, sin que yo me diera cuenta, se me habría quedado mirando (incluso cuando devoraba mi tapa) hasta que hubiésemos salido del bar. Pero opté por la opción 2, y todavía no sé porqué. 
- Oye, ¡chaval!, ¡muchacho!, ¡camarero! 
Empecé a querer desaparecer. El camarero se acercó. 
- Dime –dijo esbozando una sonrisa, parecía tímido, y tenía una sonrisa pícara. 
- Que mi amiga te quiere conocer, que dice que te ve muy mono. No sé que cara se me quedó, pero tras mirarme el camarero se echó a reír; y justo cuando pensaba que diría algo para reírse de mi simplemente se fue, pero no se fue para no volver, sino que para salirse de detrás de la barra. Yo lo observé al principio asustada, luego sorprendida. Fuera ya de la barra se dirigió hacia donde estábamos, quitándose el ridículo delantal. 
- ¡Hola! –dijo situándose a nuestro lado – yo soy David. 
No sé como logré articular palabra, se me había quedado la boca seca tras la sorpresa. 
- Yo soy Aurora. -¡Uy! Qué nombre más bonito. 
- Esto… gracias. - ¡Pero no seáis tímidos! Tú… -dijo mi amigo José mirándome- ¡dale dos besos al menos! 
Me levanté de la silla y se los di, el se sentó con nosotros. 
- Oye, ¿no te prohíben salirte de la barra ni nada de eso? 
- No tranquila que cuando me necesiten me pegaran un grito –sonrió, y así fue.
- ¡¡¡David!!! ¿Qué coño haces? 
A pesar de la rabia por lo que José acababa de hacer me sentía extrañamente afortunada. 
- Esto creo que me voy ya, ahora me acerco antes de que os vayáis. Hasta luego. 
Volvió detrás de la barra. Desde allí me lanzaba miradas y sonrisas, mientras yo le respondía de la misma forma. 
- Creo que he hecho bien, ¿no? Le sonreía a mi amigo. Llegó al hora de irnos. 
- Oye, porque no haces una locura como darle tu teléfono cuando paguemos, o algo así… 
- Bastante vergüenza he pasado ya… 
- Eres una cagada. Odio esa frase. Así que lo hice. Escribí en un papelito mi teléfono y se lo di junto al billete cuando fuimos a pagar. Nos dio la vuelta, y sin dejar de sonreír me dijo: 
- Bueno, a ver si ahora que conoces al camarero vienes más por aquí. 
- Tranquilo eso haré –le mentí. 
Pero no mencionó nada del teléfono. Salimos del bar. 
- Creo que he hecho una tontería, mira que si no se ha dado cuenta. Mi amigo miró hacia atrás.
- ¡Jo! Espérame un momento que me he dejado las gafas de sol dentro, espérame aquí. 
- ¿Qué? –pero ni me oyó, salió disparado hacia el bar, y salió un poco después. 
- ¡Qué tonto! ¡Las llevaba en la cabeza! 

Aquella noche prometía ser deprimente. Mis amigos o no estaban o los que estaban salían con sus parejas; así que me alquilé una peli, me pillé una lata de refresco y chucherías dispuesta a comerme en chucherías lo que no me comía en la vida real. Mi compañera salió del piso engalanada y gritando: “¡Esta noche ligo!”. Lo cual tampoco ayudó. Pero ya había cambiado algo. Sonó el timbre de la puerta, abrí y no había nadie, pero al cerrar la puerta lo vi: un sobre con mi nombre escrito en él. “Tienes 15 minutos para vestirte” Fdo: David, el camarero. 
No me lo creía, leí la carta por lo menos seis veces más (y así perdí más de un minuto de mi tiempo). Sin pararme a pensar corrí hacia la ducha, y me vestí y peiné a una velocidad récord (para mi); sin ni siquiera pararme demasiado en decidir que me ponía. A los quince minutos exactos llegó él. Llamó al timbre y corrí en abrirle aún atusándome el pelo. 
- No soy tu príncipe azul pero al menos lo intento. Lo miré y, en efecto, iba entero vestido de azul: vaqueros y camiseta de un tono azulón más oscuro. 
-¿Lista?