sábado, diciembre 19, 2009

Paranoias oníricas. "El Testamento"

Aviso para lectores. Esta entrada va a ser muy triste.

Ayer tuve otros de esos extraños sueños de los míos, de los que te despiertas siendo alguien un poco diferente. En el día a día no somos conscientes de lo importante y especiales que son las personas que nos rodean, y hoy es uno de esos días en los que me he dado cuenta de lo valiosas que son algunas personas en mi vida.

Espero que me permitáis algunas licencias literarias, este fue mi sueño:

Estoy en mi casa en Linares, vigilando, nerviosa, casi histérica, pero disimulo muy bien. El secuestrador que se encuentra arriba, en el cuarto de baño grande, es la mejor posición para observar si alguien sube las escaleras. Yo mientras abajo tengo que vigilar y avisar de cualquier persona que entre, o intente entrar en la casa. Estoy al borde de las escaleras, pienso rápido. Arriba, una chica maniatada. Me ha amenazado con matarla si hago algún movimiento en falso, y ella (cuyo único delito es estar en el sitio y momento equivocado) llora y gimotea desde la silla a la que se encuentra atada en el baño, junto a él, que no deja de apuntarla con su pistola ni un segundo.

Me llama y subo las escaleras, es la única luz en toda la casa que está encendida. Aún no sé que voy a hacer. Tras amenazarme, me da una pistola, ¿acaso confía en mí? Mis dudas se aclaran tras golpear a la pobre chica y repetirme que al más mínimo movimiento sospechoso la matará, y le creo.

Bajo las escaleras, haciendo ruido, sobreactuando fingiendo una tranquilidad que no existe. Mi corazón late deprisa, he de actuar. Sigilosamente y a toda la velocidad que me permiten mis piernas salgo corriendo, pistola en mano hacia la puerta de entrada, no debo escapar porque sé que ella moriría o que él me alcanzaría rápidamente y jugaría a la diana conmigo antes de que me hubiera dado tiempo a girar la esquina. Así que finjo salir, abro y cierro la puerta de un portazo. Instantáneamente lo oigo bajar las escaleras corriendo, mientras yo corro hacia el salón. Me escondo tras uno de los muebles, confío en que caerá en mi trampa y eso me dará un poco de tiempo. Entorno la puerta tras de mí, casi me ve. Cojo el teléfono y marco el 911, me lo voy a acercar a la oreja en el justo instante en el que veo su sombra aparecer por la puerta del salón. Me meto el móvil en el bolsillo, pero no cuelgo. Pienso en que, al menos, me oirán gritar, y quizás eso sea suficiente para salvarla a ella.

Está muy cabreado, por un momento pienso que me va a matar ahí mismo pero no lo hace. Me coge del pelo, y mientras intercala patadas, me sube arrastras por las escaleras, hasta el cuarto de baño. Miro a la pobre chica, y pienso en mi móvil, rezo porque oigan los golpes, y sus gimoteos, yo soy incapaz de producir sonido alguno. Y entonces me doy cuenta: aún tengo la pistola, aparece de pronto en mi mano. Es ahora o nunca, y mientras él habla y se queja de que “le he fallado”, yo la subo y disparo sin pensar. Le he dado, pero los nervios me han fallado, y no está muerto. Empieza a sangrar por un costado del torso, intento volver a disparar pero él es más rápido y ya me ha derribado a base de varios golpes, desde el suelo sigue golpeándome. Finalmente levanta su pistola pero… la baja y me dice: “Vas a morir, te voy a matar delante de ella; pero antes, vas a redactar tu testamento. Después estarás preparada para morir”. Papel y bolígrafo aparecen de la nada, y desde el suelo, rodeada de mi sangre y su sangre escribo estas líneas:

<

Papa y Mamá, he sido muy afortunada por teneros como padres. Siempre me he sentido querida, habéis sido siempre mi ejemplo a seguir. Por favor, no estéis tristes, os querré siempre. Jose, no podría tener un hermano mejor, que se preocupara tanto y a pesar de ser tan diferentes me entendiera tanto. Os quiero muchísimo.

A mis titos y titas, primos y primas, me gustaría poder dedicaros unas palabras a cada uno, tan sólo deciros que os llevaré en mi corazón.

Y a mis amigos, es muy difícil despedirse de todos. Francis, Juanlu y Gaspar, os quiero, gracias por existir. Mar, Chema, Velasco y Javi, gracias por todos los momentos compartidos. Alberto y Soraya sois increíbles. María García, David Valiente y mis niñas/o de Filología, gracias por los mejores años de mi vida. Lara, María Martínez, Melanie, Jacqueline y mucha más gente, mil gracias por ser como sois, por hacer cada momento especial.

Y a todos aquellos y aquellas que me dejo en el tintero, y los antes mencionados: no sufráis, estoy segura de que nos volveremos a ver en la próxima vida.

Os quiere

M. >>

Todo estaba borroso, no pude ni secarme las lágrimas ya que él levantó la pistola y…

En ese momento desperté, obviamente llorando. Ha sido un sueño horroroso, pero al despertar recordaba cada una de las palabras que había tenido para cada uno, y en Navidad, es un regalo decirle a la gente lo mucho que te importa.

Nota: A todos aquellos que no aparezcáis en el “testamento” no es que seáis menos importantes…al fin y al cabo fue sólo un sueño.

jueves, diciembre 17, 2009

Canas

La luz blanca del cielo nubaldo incide sobre los papeles de la mesa, levanto la cabeza y miro por la ventana. Como casi todas las mañanas veo a la vecina del bloque de enfrente delante de la ventana, pero hoy, a diferencia del resto de días me paro a observarla. Vestida con lo que parece un camisón largo en un color rosa pálido sujeta un pequeño espejo con una mano y en la otra un pequeño peine. Como si se tratara de algo extremedamente delicado pasa el peine por su cabello canoso, muy lentamente, mirándose por el espejo pegada al cristal de la ventana. Miro mi pelo, ondulado, rebelde...oculta más canas de la que me gustaría admitir, ocultas. Termina con su pequeño ritual, creo que me ha visto y parece sonreir, pero yo agacho la mirada... que miedo da el paso del tiempo.