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viernes, agosto 14, 2015

Ese día es hoy. 3. Evitando lesiones


Imagina que un día decides cambiar tu vida, pero tu vida no la puedes cambiar… no puedes cambiar tu familia, tus estudios, tus amigos, o quizás ni siquiera puedas cambiar el sitio donde vives, pero cambias. Vas a cambiar tu forma de ver las cosas, y va a ser hoy.

3. Parte 1: EVITANDO LESIONES

7:30 El despertador está sonando. Es un radio-reloj-despertador así que en vez de sonar un horrendo `pip-pip´ oigo una canción que está sonando en la radio. Creo que ya la he escuchado antes.
Umm…hoy es viernes. Dormiré cinco minutos más. Me doy la vuelta.

Veinte minutos más tarde me levanto de un salto. La radio sigue sonando,  es más, están poniendo la misma canción que sonaba cuando debería haberme levantado…porque ya voy tarde.
Aún con el pijama puesto me acerco al cuarto de baño, que tiene la luz encendida. Doy un golpe en la puerta, y me responde un gruñido, mi compañera de piso.

Logró salir del piso, pero ya es seguro que voy a llegar tarde. Parece que voy a tener suerte porque hay un autobús en la parada, pero conforme voy llegando me doy cuenta de que no hay nadie esperando, y cuando por fin alcanzo la puerta esta se cierra en mis narices, y el autobús arranca. Antes que gastar energía en gritarle al conductor y perder más tiempo prefiero ser práctica y subir andando, aunque seguramente tendré que correr “un poco”.
Sigo andando, pero por un instante (y sin dejar de andar) cojo el móvil, lo miro para ver si tengo alguna llamada perdida, o mensaje. No hay nada. Me deprimo y acelero el paso porque es más tarde de lo que imaginaba.
La calle por la que ando es una gran avenida, una gran multitud  de gente va al trabajo,  lleva a sus hijos al colegio. También hay muchos estudiantes, como yo, que van a la facultad.
De pronto me cruzo con un muchacho, me lleva mirando desde que me tiene a la vista, y al pasar a mi lado me dedica una sonrisa y me da los buenos días. Yo le devuelvo el saludo pero no acierto a saber de que lo conozco.
Voy tan distraída que cuando iba a cruzar la calle un coche por poco me atropella, pasa a un palmo de mí, pitando. Me calmo y sigo mi camino.
Poco después estoy de nuevo esperando para cruzar la calle (esta vez procuro esperar a que el semáforo se ponga en verde)  y miro de nuevo mi reloj de pulsera…que marca la misma hora que hace cinco minutos…y los mismos segundos. Con tal de no pararme a mirar la hora en el móvil decido echar a correr para tardar lo menos posible en llegar. Me alegro de no haber desayunado porque así voy más ligera.
Extenuada, sin aliento, y sudando llego a la facultad. Con un último esfuerzo cojo el móvil para mirar la hora, no atino a verla porque se me nubla la vista y empiezo a ver puntitos de colores. Caigo al suelo.
Al abrir los ojos lo primero que encuentro son unos grandes ojos azules muy claros, tras unas gafas, que me son familiares.
-¿Auri?- el que me habla es Ángel.
Me incorporo y observo que al otro lado esta mi profesor de metodología, Paco, que me mira preocupado.
- Menudo susto nos has dado Aurora.
- Yo… Lo siento. He venido corriendo porque llegaba tarde a su clase –dirijo mi mirada a Paco, antes de terminar me interrumpe.
- Pero si dije que no había clase por la conferencia.
No sé que cara se me queda, pero en ese momento Ángel suelta una carcajada.
- Supongo que te has desmayado porque no has desayunado –ahora Paco mira a Ángel - ¿por qué no te la llevas y te aseguras de que repone fuerzas?
- Sí, será lo mejor.
Ángel me levanta y me agarra mientras Paco se va. Lo miro.
- ¿Qué me ha pasado?
- Acababa de bajarme del bus y te he visto entrar en la facultad y caerte en redondo, ¡menudo golpe! –vuelve a dedicarme la mejor de sus sonrisas, le está intentando quitarle hierro al asunto- tu profesor estaba allí cerca y se ha acercado.
- ¡Qué vergüenza…! –hago una pausa mientras seguimos andando hacia la cafetería. Ángel todavía me sujeta por la cintura.
- Déjame –le digo soltándome –creo que podré andar por mi misma.
Pero al soltarme y dar la primera zancada pierdo de nuevo el equilibrio, esta vez a Ángel si le da tiempo a cogerme. Disgustado y siendo muy borde me dice:
- No seas cabezona y deja que te ayude.
No es el hecho de que agarre o me ayude hasta a sentarme en una silla en la cafetería lo que me da rabia, es su presencia, que ya de por sí me pone nerviosa…
- Supongo que un café y al menos una tostada si tomarás, ¿no?
- Sí… -me dispongo a buscar el monedero cuando me dice
- No seas tonta, te invito yo –y se va hacia la barra.
Decido entretenerme mientras viene y voy a coger mi móvil, pero no lo encuentro. La última vez que lo vi estaba en mis manos antes de desmayarme…
Ángel llega con los cafés.
- ¡Ángel –digo asustada- creo que he perdido el móvil!
Sonríe.
- Anda, anda… lo he cogido yo del suelo –lo saca de su bolsillo- pero no sé si estará muy bien porque estaba la batería por un lado, la carcasa por otro…

Ángel y yo nos hicimos amigos después locura de tarde de cervezas, tras conocernos por una llamada equivocada. Yo salía de vez en cuando con su grupo de amigos y, a escondidas, con él muchas veces a solas, sin que su novia lo supiera. Aquel chico delgado, de pelo largo y rubio, y con perilla; el típico gracioso del grupo.
Ángel y yo estudiábamos en la misma facultad pero vivíamos muy lejos el uno del otro dificultando nuestros encuentros confidentes.
- Esta tarde viene Javi a mi casa, que vamos a hacer maratón de películas de serie Z, vente.
- ¿No va nadie más?
- Si quieres invito a tu pesudo-ex-rollo bisexual-gay.
- A veces te pones de un borde... Bueno, pero no me quedaré hasta tarde que mañana madrugo – hago una pausa antes de soltar la bomba- se arreglaron al final las cosas con María, ¿no?
- No sé, no del todo –ahora es él el que se hace el reticente.
- ¿No del todo?
- Es que parece que siempre que hay problemas es por mi culpa, soy yo el que tiene que solucionarlo todo –no me creo lo que oigo, a veces creo de verdad que María no sabe lo que tiene.
- Yo lo que veo es que no pasáis mucho tiempo juntos… y yo que sé, tu sales, y ella se va pronto, sin ni siquiera darse cuenta de que tu quieres quedar, y quizás que ella se quede –me doy cuenta de que estoy hablando más de la cuenta, le pego un trago al café, así me escondo detrás de la taza.
- No, tienes razón. Me he dado cuenta de que ya no quiero pasar tanto tiempo con ella. Incluso… -ahora él hace una pausa, creo que no sabe si decirme lo que está pensando- estaba pensando en dejarlo, se ha metido demasiada gente de por medio –en ese comentario había algo implícito.
- ¿Lo has pensado bien? –digo en un alarde de autocontrol.
- Si es que realmente ya no tenemos nada en común, bueno, el tiempo que llevamos juntos.
Ahora se ha puesto muy serio, incluso algo triste. Mira su café, lo coge lentamente.
- La verdad –el gesto de su cara ahora ha cambiado y expresa muchas emociones con una mirada pícara detrás de las gafas de pasta- es que las últimas veces que he salido me lo he pasado mejor que estando con ella.

Sé perfectamente a lo que se está refiriendo. El último fin de semana salimos muy pocos: él, yo, otro amigo común nuestro que está estudiando también aquí con nosotros, y un par de amigos más. Estuvimos en una discoteca muy famosa. María no estaba. E incluso hubo un momento en que nos quedamos los dos bailando a solas. Aquel fin de semana había sido genial.
Ahora estamos los dos en silencio, despierto y me doy cuenta de que no sé ni la hora que es, y mi reloj se paró esta mañana.
- Ángel, ¿qué hora es?
- Las 9:20
- ¡Joder, que tengo clase a las nueve y media!
Ángel se ríe.
- Nena, eres un desastre… Deberías irte ya si no quieres llegar tarde.
- Tienes razón.
- ¿Quieres que te acompañe?...- ¿Ángel siendo tan amable?- es por si te caes –comienza a reírse, ya se está burlando otra vez de mi. Me mantengo con gesto serio, pero sigue riéndose, y parece no importarle. Cojo mis cosas y ya me voy a ir cuando dice:
- Pásate esta tarde por mi piso, ¿vale?
Afirmo con la cabeza y me voy.
Conforme paso por el pasillo alguna gente se me queda mirando, seguramente me han visto caer.

14:38
Y estoy en el autobús urbano de vuelta a casa. En los que dura el trayecto recuerdo la conversación mantenida con los que no sólo son mis compañeras de clase, sino que también fieles consejeras.
- ¿De verdad te ha dicho eso? –pregunta escéptica Alicia.
- Sí…y no sería la primera vez que lo dejaran, porque ya me contó que lo han dejado más de una vez.
- Pues si no es la primera vez que rompen es que eso ya no tiene futuro–dice Marta
- ¿Olvidáis el pequeño detalle de que aún tiene novia? Y si siguen juntos por algo será- responde Alicia
-  Sinceramente, creo que a cualquier pequeña oportunidad deberías tantear el terreno…
- ¿Tantear terreno…?
- Calentar un poco…
- ¿Para evitar lesiones…? -digo yo, naif.
- No, idiota. Calentarlo a él, a ver como responde - Marta, la experta en previos.

domingo, marzo 11, 2007

Ese día es hoy. 2. Numero desconocido

ESE DÍA ES HOY
 Imagina que un día decides cambiar tu vida, pero tu vida no la puedes cambiar… no puedes cambiar tu familia, tus estudios, tus amigos, o quizás ni siquiera puedas cambiar el sitio donde vives, pero cambias. Vas a cambiar tu forma de ver las cosas, y va a ser hoy. 

2. NUMERO DESCONOCIDO. 
- ¿Y qué paso entonces con el camarero? 
- ¿El camarero? Creo que ahora estará en la cama con José. 
- ¿Qué? –dijo Antía ocultando una risilla. 
- Sí, como tú. 
- Sí, yo ya sé que estoy en la cama con Dani, pero ¿Qué es eso de que David está con José?... ¡Ah! Dani te da recuerdos. 
- Ya lo he oído, dile que duerma que lo tendrás agotado…pues si, salimos y al rato se nos unió José. Yo vi que era muy simpático con él…pero…luego me lo explicó. 
- ¿ Explicó?
- Si, espera, que me dijo que es bisexual…y que se había dado cuenta de que José le atraía más que yo. 
- Ja, ja…pues no das una. 
- Gracias –dije sarcástica. 
- Vamos lo que quiero es que eres el colmo de la mala suerte. 
- Ya…ayer me dio un toque Fran –dije en un tono feliz, y haciendo un poco el gilipollas ya que estaba asomada a la barandilla de mi balcón, en la casa de mis padres y el móvil podría deslizarse en cualquier momento de mi mano, con un fatal resultado. 
- Pues siento decirte que un toque no significa nada. 
- ¡Sí que significa! - Sí, significa que se ha acordado de ti, o que lo ha marcado por equivocación cuando iba a llamar a su novia. 
- Joder, me encanta que me apoyes. 
- Es que deberías olvidarte de él porque tiene novia. 
- Pero mira Alicia… Pablo lo dejó con su novia por ella. 
- Pero era otra situación… no conoces realmente a Fran… y no digas que lo conoces, ni me salgas con el rollo de la química… y ya sé que cara estás poniendo ahora… Tenía razón menos mal que no me estaba viendo. 
- ¿Por qué no sales por ahí? Te das una vuelta, y sales de tu casa. 
- No me gusta este sitio.
- Pues es lo que tienen las vacaciones. 
- Bueno, gracias por escucharme. 
- Ya sabes que para eso estoy, pero la próxima vez que me llames que sea porque estás feliz, ¿eh? 
- Sí, si, adiós. 
Colgué y me quedé por lo menos medio minuto allí al sol en el balcón de mi habitación de la infancia, mirando hacia la calle. A lo lejos vi a una persona, la única que se atrevía a recorrer mi calle en mitad de la hora de la siesta y con el calor que estaba haciendo. Mi móvil empezó a sonar. Lo sostenía en mi mano, mirando ese número desconocido. Parece una tontería pero muchas veces si no me suena el número ni me molesto en cogerlo… y esta vez tenía esas dos opciones. Si decidía no cogerlo y dar por asumido que era alguien que se había equivocado nunca habría llegado a conocer al chico que estaba llamando: el único que pasaba por mi calle en ese justo instante. 
Pero opté por la segunda opción y lo cogí. 
- ¿Sí? –dije utilizando mi voz más cursi, pero sin querer. 
- ¿Paco? 
- Esto… creo que no… -dije y me quedé un poco paralizada esperando a que él dijese algo. 
- Puff, menos mal, me habría extrañado mucho si después de darme cuenta de que me he equivocado dices que te llamas Paco. 
No lo pude evitar y solté una carcajada. 
Cuando hablo por teléfono veo, a veces, más detalles que cuando simplemente miro hacia algún sitio, porque siempre me quedo observando cosas en las que normalmente no me fijaría. Me quedé mirando al chaval que hablaba por teléfono. Sonreía. Y cada vez estaba más cerca de mi balcón. 
- Bueno, pues lo siento “Paca”. 
Volví a reír. 
- No me llamo Paca 
- Menos mal, porque es un nombre horrible…-entonces, fue entonces cuando me di cuenta, era él. Estaba hablando por teléfono con el chico que estaba a punto de pasar por delante mía-…horrible. Sonreí. No se había dado cuenta de que chica que estaba en el balcón de la acera de enfrente era yo. El chico empezó a tantear su pantalón en busca de algo. 
- ¿Qué buscas? –le dije 
- La cartera, creo que…, espera, ¿cómo…? 
- Sólo mira hacia el balcón que tienes enfrente. Pero justo después de decirlo me di cuenta de mi error: estaba sin peinar, en chándal y con una pinta muy ridícula, seguro. 
Se paró y me miró. Sonrió. 
- Bonito chándal Me sonrojé, los dos seguíamos sosteniendo los móviles en la mano. 
- Me llamo Aurora. 
- Yo soy Ángel –se paró delante mía, mirando hacia arriba, clavando sus ojos en mi. Solté una risilla. - Esto me parece un poco absurdo, te oigo desde aquí sin el móvil. 
- Lo peor no es eso, lo peor es que he llamado yo. 
Me eché a reír de nuevo. No paraba de mirarme. 
- Me encanta hablar contigo pero me tengo que ir que he quedado. 
- Sí, tus amigos deben de estar esperándote –me aventuré a decir. 
- Mi novia. Me quedé un poco paralizada. 
Me colgó y me dijo adiós con la mano. Definitivamente decepcionada entré en mi cuarto. 

Estaba viendo una de esas absurdas películas de amor en la que los protagonistas se conocen por casualidad (y que en la realidad nunca pueden llegar a ocurrir) cuando volvió a sonar el teléfono. Estaba tan atontada que ni miré quien era. 
- ¿Sí? - ¿Aurora? ¿Te acuerdas de mi? 
Me separé del móvil para mirar quien llamaba, un numero desconocido, pero que ya me era familiar. - Esto…, si, claro… 
- Verás, esto… te parecerá que soy un caradura…o yo que sé… pero ¿te quieres venir conmigo a echar unas cervezas? No hace falta que te cambies, puedes bajar en chandal. 

miércoles, octubre 11, 2006

ESE DÍA ES HOY 1. Mi pseudo príncipe azul

ESE DÍA ES HOY 

  Imagina que un día decides cambiar tu vida, pero tu vida no la puedes cambiar… no puedes cambiar tu familia, tus estudios, tus amigos, o quizás ni siquiera puedas cambiar el sitio donde vives, pero cambias. Vas a cambiar tu forma de ver las cosas, y va a ser hoy. 

1.Mi pseudo príncipe azul. 
- Soy tan feliz con Marcos –dijo José - ¿podrías alegrarte un poco por mi,¿no? 
- No, si yo me alegro por ti, pero como no estoy alegre no puedo sonreír, pero yo, de verdad, me alegro de verte tan bien, fuera de tu armario y todo eso. 
Por fin nos traen un par de cervezas. 
- Ya tocaba -dice él haciendo un gesto gay fingido. 
- Has tenido mucho valor –le dije seria. 
- No tuve valor, le eché un par de cojones y ya está. 
- Pero yo no sería capaz. 
- Como se ve que no eres capaz de hacer nada respecto a Fran.
- ¿Cómo voy a hacer nada? Te recuerdo que tiene novia –dije deprimida. 
- ¿Y qué? Pero entre vosotros se palpa que hay algo muy especial. 
- Pero sigue teniendo novia… -dije aún más deprimida. 
- Quizás si te arriesgaras un poco… mira Marcos me contó un día que un amigo suyo tiene una teoría y es que todas las personas que se cruzan contigo entran en tu vida. 
- ¿Qué? –no me enteraba de nada. 
- Sí, y es una teoría muy cierta. Mira, por ejemplo, el camarero que nos ha traído las cervezas. Él nos ha traído las cervezas, se ha cruzado hoy en tu vida ¿por qué no molestarse en intentar conocerlo un poco mejor más… es mono ¿no? 
- Bueno… Casi porque nos hubiera oído, quizás si, el camarero que se encontraba detrás de la barra se quedó mirándonos. 
- Espera que lo llamo –dijo José. 
- ¡No, espera! 
En ese momento cabían dos opciones: 1, que yo detuviera a mi amigo y evitara que le dijera cualquier cosa, o 2, que dejara que mi amigo me dejase en poco en ridículo, pero al mismo tiempo, dejare que pasase algo. Si hubiera optado por la opción 1 José habría desistido en llamarlo, y me hubiera dicho que era sólo una broma. Ese mismo camarero nos habría traído la tapa correspondiente a la cerveza, y, sin que yo me diera cuenta, se me habría quedado mirando (incluso cuando devoraba mi tapa) hasta que hubiésemos salido del bar. Pero opté por la opción 2, y todavía no sé porqué. 
- Oye, ¡chaval!, ¡muchacho!, ¡camarero! 
Empecé a querer desaparecer. El camarero se acercó. 
- Dime –dijo esbozando una sonrisa, parecía tímido, y tenía una sonrisa pícara. 
- Que mi amiga te quiere conocer, que dice que te ve muy mono. No sé que cara se me quedó, pero tras mirarme el camarero se echó a reír; y justo cuando pensaba que diría algo para reírse de mi simplemente se fue, pero no se fue para no volver, sino que para salirse de detrás de la barra. Yo lo observé al principio asustada, luego sorprendida. Fuera ya de la barra se dirigió hacia donde estábamos, quitándose el ridículo delantal. 
- ¡Hola! –dijo situándose a nuestro lado – yo soy David. 
No sé como logré articular palabra, se me había quedado la boca seca tras la sorpresa. 
- Yo soy Aurora. -¡Uy! Qué nombre más bonito. 
- Esto… gracias. - ¡Pero no seáis tímidos! Tú… -dijo mi amigo José mirándome- ¡dale dos besos al menos! 
Me levanté de la silla y se los di, el se sentó con nosotros. 
- Oye, ¿no te prohíben salirte de la barra ni nada de eso? 
- No tranquila que cuando me necesiten me pegaran un grito –sonrió, y así fue.
- ¡¡¡David!!! ¿Qué coño haces? 
A pesar de la rabia por lo que José acababa de hacer me sentía extrañamente afortunada. 
- Esto creo que me voy ya, ahora me acerco antes de que os vayáis. Hasta luego. 
Volvió detrás de la barra. Desde allí me lanzaba miradas y sonrisas, mientras yo le respondía de la misma forma. 
- Creo que he hecho bien, ¿no? Le sonreía a mi amigo. Llegó al hora de irnos. 
- Oye, porque no haces una locura como darle tu teléfono cuando paguemos, o algo así… 
- Bastante vergüenza he pasado ya… 
- Eres una cagada. Odio esa frase. Así que lo hice. Escribí en un papelito mi teléfono y se lo di junto al billete cuando fuimos a pagar. Nos dio la vuelta, y sin dejar de sonreír me dijo: 
- Bueno, a ver si ahora que conoces al camarero vienes más por aquí. 
- Tranquilo eso haré –le mentí. 
Pero no mencionó nada del teléfono. Salimos del bar. 
- Creo que he hecho una tontería, mira que si no se ha dado cuenta. Mi amigo miró hacia atrás.
- ¡Jo! Espérame un momento que me he dejado las gafas de sol dentro, espérame aquí. 
- ¿Qué? –pero ni me oyó, salió disparado hacia el bar, y salió un poco después. 
- ¡Qué tonto! ¡Las llevaba en la cabeza! 

Aquella noche prometía ser deprimente. Mis amigos o no estaban o los que estaban salían con sus parejas; así que me alquilé una peli, me pillé una lata de refresco y chucherías dispuesta a comerme en chucherías lo que no me comía en la vida real. Mi compañera salió del piso engalanada y gritando: “¡Esta noche ligo!”. Lo cual tampoco ayudó. Pero ya había cambiado algo. Sonó el timbre de la puerta, abrí y no había nadie, pero al cerrar la puerta lo vi: un sobre con mi nombre escrito en él. “Tienes 15 minutos para vestirte” Fdo: David, el camarero. 
No me lo creía, leí la carta por lo menos seis veces más (y así perdí más de un minuto de mi tiempo). Sin pararme a pensar corrí hacia la ducha, y me vestí y peiné a una velocidad récord (para mi); sin ni siquiera pararme demasiado en decidir que me ponía. A los quince minutos exactos llegó él. Llamó al timbre y corrí en abrirle aún atusándome el pelo. 
- No soy tu príncipe azul pero al menos lo intento. Lo miré y, en efecto, iba entero vestido de azul: vaqueros y camiseta de un tono azulón más oscuro. 
-¿Lista?