miércoles, mayo 20, 2009

EL PODER DE UNA MELODÍA

La mente es el órgano más poderoso del ser humano, y los milagros y desgracias que nos puede regalar aún resultan un misterio para los científicos. Me encontraba un día sentada delante de mi ordenador escuchando música de uno de mis recopilaciones de artistas favoritos de un modo aleatorio cuando empezó a sonar una canción desconocida. ¿Cómo es que aquella canción tan cargada de emoción no había llegado a mis oídos antes? Y es que como consumidora voraz de cine y música que soy la canción en cuestión había pasado inadvertida…hasta ese mismo instante en el que me absorbió por completo: tuve que oírla de nuevo, y cuando dejé de escucharla seguía en mi mente, me acompañó toda la tarde como un sentimiento. Quizás cualquier otra persona que la pueda oír no vea más que una bonita melodía, un buen arreglo, una voz dulce… pero esta mañana necesitaba escuchar de nuevo esa melodía, necesitaba el sentimiento que produce en mi para mejorar mi humor. Sin embargo, del mismo modo buscaba una canción en otro de mis CDs y me encontré a mi misma deprimida ante los primeros acordes con los que empezaba un álbum. Esta canción iba asociada a un recuerdo muy fuerte, dejé de escucharla, y muy probablemente pasará mucho tiempo hasta que pueda escuchar de nuevo esa canción. Seguro que lo han sentido alguna vez, esa asociación indisoluble, las canciones que forman la banda sonora de su vida, pueden ser muchas al mismo tiempo, imposibles de compilar, o ser tan sólo un puñado de canciones: las únicas que son capaces de provocar más que el mero placer de escucharlas, las que nos hacen vibrar como las cuerdas de una guitarra. El cerebro es el órgano más desconocido del ser humano, y sus reacciones, maravillosas y sorprendentes. Como decía Einstein el más bello sentimiento que se puede experimentar es el misterio, fuente de todo arte, y todo aquel que no posee el don de maravillarse ni encantarse ante esta emoción tiene sus ojos cerrados.

jueves, abril 30, 2009

A -Culturizarse

Vivimos en una sociedad en el que el valor principal es la comodidad, y no es que critique esta comodidad, porque a mí también me gusta la rapidez y facilidad que nos proporcionan los nuevos avances tecnológicos. Pero lo que me preocupa es que nos hemos acomodado culturalmente. Cada vez conozco menos gente joven que lea un libro por gusto y no por obligación. Yo admito que leo por obligación y por gusto y a veces ambas opciones combinadas, y me resulta extraño cuando una amiga me comentó que le resultaba sorprendente verme leer tanto. Como si leer fuera un acto que es realmente extraño en una persona joven. Y por desgracia lo es. Nos hemos acomodado a que nuestro cerebro entre en “stand-by” cuando vemos la tele, y así no tenemos que molestarnos en pensar. Es más fácil que coger un libro en el que nos obligamos a pensar y ejercitar más funciones cerebrales que con la tele. Y más grave es que también con la música pasa lo mismo, nos acomodamos a lo que nos imponen que tenemos que oír: los últimos éxitos, esos que ya están para bajarte en tu móvil. Comprendo que para mucha gente ir a un concierto, como por ejemplo el concierto con motivo de la celebración de Santa Cecilia, sería impensable a no ser que participara algún familiar, amigo o conocido. Este fue mi caso, pero he de admitir que disfruté mucho, disfruté de una música distinta a la que normalmente escucho. No dejemos que sólo nos llegue lo que todo el mundo escucha, descubramos nuevas músicas, nuevos discos que nos ilusiones, al igual que no nos dejemos absorber por la tele, internet puede ser una buena fuente de información cuando se utiliza bien, y yo leo asiduamente blogs de gente desconocida que me aporta más que el programa de turno de la tarde. Es muy cómodo que te den de comer con cuchara lo que debes saber o escuchar, pero es más satisfactorio descubrir por uno mismo historias que te absorban en una novela, o en una serie, y melodías que te emocionan en un disco que no es muy conocido.

miércoles, marzo 25, 2009

Historias del día a día 2

Les voy a contar una historia. Pero voy a empezar por el final. Me senté finalmente en el autobús, y observé a una señora que leía un periódico deportivo. Me pareció irónico ya que en la contraportada había una foto inmensa de una mujer con muy poca ropa. Unos minutos antes el hombre me había preguntado si hablaba francés, había asumido que por ser profesora de inglés también hablaba francés (que si lo entiendo, aunque no lo hablo), pero no lo quise dar más explicaciones, las explicaciones me ponen nerviosa. Después de conocer un poco sobre su vida yo también me pensaría darle 50 céntimos. “Cualquiera de los jóvenes que ves aquí lleva en el monedero 50 euros”, sonreí y miré a la señora a mi lado que contestó “¡quien los tenga!”. Unos instantes antes le había preguntado a la señora si trabajaba, ella respondió que sí, no tenía estudios y llevaba mucho tiempo trabajando, así que el hombre, cerveza de lata en mano, se dispuso a contarnos que a él no le gustaba trabajar. De hecho, sólo había trabajado una vez en su vida, en lo que él llamó “el negocio de sus padres”, y que cuando se cabreaba con su padre, lo cual sucedía a menudo, le robaba dinero de la caja (1000 ptas. de entonces, aunque no se de qué entonces), y se iba por ahí. A través de las gafas la señora me lanzó una mirada, la explicación de una vida en un minuto. Remató: “Y ahora yo le pido a cualquiera 50 céntimos y nadie me da nada”. El individuo captó mi atención, estaba convencido de que Bachiller duraba 3 años contando con “la reválida”, me molesté en explicarle el sistema educativo actual (al fin y al cabo el CAP sirve para algo), entonces sacó el tema del trabajo. Aparento menos edad de la que tengo, pero no estoy acostumbrada a que me quiten 6 años de un plumazo, después de que el hombre tras intentar sacarle conversación en vano a la mujer, dijera “Mira la chavala como estudia, está terminando bachiller”. Esta historia comienza cuando me senté a esperar el autobús, a mi izquierda una mujer de mediana edad me miró desde detrás de sus gafas de sol. Yo saqué mis apuntes sobre teoría fílmica feminista y me puse a leer, cuando de repente pasó un hombre de aspecto extraño y me dijo: “En el mismo sitio y a la misma hora”. Levanté una ceja, y miré a la señora, y mientras la persona en cuestión se acomodaba al lado de la señora, ella me dijo: “¡Cómo está la gente con esto de la crisis!”.